El Regalo de Flores Mágicas
Había una vez una niña llamada Sofía, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y campos de flores de todos los colores. A Sofía le encantaban las flores, y pasaba muchas horas explorando los prados y jardines cercanos.
Un día, mientras paseaba por el campo, Sofía encontró una flor muy especial. Era una flor con pétalos brillantes de colores y un suave resplandor. Se llamaba Floriluz y, según la leyenda del pueblo, tenía el poder de hacer realidad los deseos más profundos de quien la poseyera.
Sofía decidió cuidar de la Floriluz y llevarla a casa. La puso en una maceta cerca de su ventana y la cuidó con amor. Con el tiempo, la Floriluz creció aún más hermosa y sus pétalos brillaban con mayor intensidad.
Un día, mientras Sofía estaba en la escuela, conoció a un niño llamado Mateo. Era un niño tímido que siempre estaba solo en el patio de la escuela. Aunque tenía una sonrisa amable, no hablaba mucho con los demás. Sofía sintió empatía por él y decidió hacer algo especial.
Recordando el poder de la Floriluz, Sofía pensó en cómo podría ayudar a Mateo. Esa tarde, después de la escuela, fue a su jardín y cuidadosamente cortó los pétalos más brillantes de la Floriluz. Los colocó en un pequeño ramo y le dio forma con sus manos cariñosas.
Al día siguiente, Sofía se acercó a Mateo durante el recreo y le entregó el ramo de flores. "¡Hola, Mateo! Quería regalarte estas flores. Son especiales y tienen un poder mágico", dijo Sofía con una sonrisa.
Mateo miró el ramo con asombro. Las flores eran realmente hermosas y brillaban de manera extraordinaria. A medida que sostenía el ramo, algo mágico sucedió. Mateo comenzó a sentir una cálida sensación en su pecho, como si algo se estuviera abriendo dentro de él.
Esa sensación lo hizo sentirse más valiente y confiado. Empezó a hablar con Sofía y compartieron risas y cuentos. Con el tiempo, Mateo se volvió más abierto y amigable, y encontró nuevos amigos en la escuela.
Sofía y Mateo se convirtieron en los mejores amigos. Juntos, exploraron los campos de flores y cuidaron de la Floriluz. A medida que el ramo de flores mágicas crecía, también lo hacía la amistad entre Sofía y Mateo, demostrando que los regalos más preciosos son los que provienen del corazón.
Y así, gracias a la magia de la Floriluz y al gesto amable de Sofía, Mateo aprendió que siempre hay un rayo de luz esperando en cada rincón, listo para transformar la timidez en valentía y la soledad en amistad. Y juntos, compartieron aventuras y sonrisas en su mágico mundo de flores y amistad.
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